martes, 26 de mayo de 2009

Bicicleta con volante

Dicen que los niños son crueles porque no miran el alcance de las palabras, y se puede hacer mucho daño, cuando se habla sin pensar. También los mayores hacemos daño, sobre todo cuando se trata de reírse de alguien o ridiculizarlo.
Hace años murió Juan López Artero, o como todos lo conocíamos “Juan DinDo”. Su nombre se quedó como sinónimo de insulto en Antas. Siempre hemos oído: “eres más tonto que Juan dindo”. Y él no era tonto; tontos nosotros, que no fuimos capaces de ver la bondad de aquél hombre.
Claro que sus facultades mentales no estaban desarrolladas en su totalidad. Pero no por eso era “tonto”, aunque si fue motivo de burla.
Es preciso recodarlo como un niño grande, con su bicicleta que en vez de manillar, tenía un volante. Era especial. Pero hay que destacar que NUNCA hizo daño a nadie y siempre mucho bien a todo el que lo necesitara. Hacía “mandaos” a todos, y casi gratuitamente. Y es verdad que hubo quien se aprovechó de él.
Fue víctima de circunstancias familiares y sociales que no le ayudaron a desarrollarse con normalidad. Pero tampoco nosotros le ayudamos.
Creo que se merece un homenaje de Antas. Si corría detrás de alguien, si nos daba voces, si mostraba cierta violencia… era por la provocación que hacíamos los mayores que él o los chavales.
En él se podía confiar. Gracias a las Hijas de la Caridad que, al menos en sus últimos días, le hicieron ver algo de amor y respeto de este pueblo.

lunes, 18 de mayo de 2009

Ayer FIESTA en Jauro

Este fin de semana hemos tenido la feria de Jauro. He de decir que son unas fiestas entrañables, aunque inevitablemente, miro hacia atrás. La novedad y la adaptación a nuevas formas de diversión no pueden quitar lo esencial de esta fiesta.
Este año ha flotado en el ambiente la pérdida del chaval joven que murió hace unos días. La muerte siempre es dolorosa, pero cuando se trata de un chico joven, con apenas 20 años, nos deja a todos sin palabras, desconcertados. Desde aquí quiero hacerle llegar a su familia mi pésame, mi tristeza, y creo que la de todos los que entran a este blog.
San Isidro labrador es el patrón de Jauro, y en su honor se celebran estas fiestas. Yo recuerdo cuando iba de joven a las cintas, a coger el pan que tiraban desde las “solanas”, a la misa... Era un día en el que los que vivían allí abrían sus casas a todos, era una fiesta de hospitalidad.
¡Quién no recuerda los pasodobles allí en la era¡ ¡Y el conejo con ajos! ¡Y el vino del país!........... Qué bien. Nos sentábamos allí en los dos bares que había, nos comíamos unos dulces de Pedro “el moro”, o de Paca “la lorita”.
Eran fiestas con el encanto de los “jaureros”. Íbamos y veníamos andando, sin problemas, por el río desde Antas a La Huerta, cruzábamos por La Viga y en un momento estábamos en el charco de Las Palomas, y la plaza a bailar, comer, charlar… ¡Qué tiempos aquéllos! Éramos jóvenes, y eso es por sí una garantía de pasarlo bien.
Ha cambiado un poco todo, pero aún conserva lo esencial: la hospitalidad y la acogida de los que allí viven.
Recuerdo cuando llegaba la noche, después de la procesión, en la casa de cualquier jaurero, la mesa llena de comida, embutidos caseros, el pan hecho para la ocasión, el vino en las garrafas, y la alegría, siempre la alegría de poder abrir tu casa a los demás.
Por cierto, luego las mejores patatas y los mejores pimientos eran los que se criaban en Jauro.
El año que viene habrá que recuperar el tocino, las habas, la cabeza de ajo fresco y el buen vino y eso junto a la gente que de verdad queremos.

sábado, 2 de mayo de 2009

Extraños y agradecidos

Como sabrán ustedes, mi intención es ir haciendo pequeños homenajes a personas que anónimamente han vivido en Antas y que han trabajado desde el silencio para mejorar día a día la vida de los antusos.
Hay mucha gente que han sido verdaderos héroes anónimos. ¡Cuántos hijos de Antas tuvimos que emigrar al extranjero! Cuántas lágrimas se derramaban cada mes de enero cuando teníamos que dejar a nuestras familias y volver al trabajo, sabiendo que no volveríamos a verlas hasta once meses después. Pero nos proponíamos mejorar nuestra situación económica, y para ello había que sacrificarse un poco.
Nos perdimos ver cómo crecían nuestros hijos; nos convertimos en maridos y mujeres en la distancia; nos sentíamos extraños en nuestra propia casa. ¡Qué difícil fue todo aquello!
Pero ha sido el trabajo de aquella gente, y el esfuerzo de los que se quedaron, el que mantuvo a este pueblo siempre con coraje.
Hoy quiero recordar a un cura que nos ayudaba a todos los de Antas. Se llamaba Alfredo Gallego y estaba trabajando con el Obispo. Siempre nos ayudó a conseguir los papeles en aquellos difíciles años. Desde aquí mi gratitud más sincera.
Miembro de una familia que se crió en Antas cuando vino de maestro su padre, don Juan Gallego. Aunque nunca se consideraron de esta pueblo, si que nos echaron una mano cuando los hemos necesitado.
A veces, cuando hemos conseguido lo que anhelábamos, nos olvidamos de aquellos que nos ayudaron a llegar allí. Y eso, en este pueblo no pasa. Sabemos dar las gracias aunque sea con una mera sonrisa. Junto a este cura estaba también don Primitivo, el cura de Antas, que apostaba siempre por nosotros porque decía que éramos trabajadores y honrados.
Pero de don Primitivo no voy a hablar, él tiene una plaza y creo que eso es suficiente homenaje del pueblo, aunque no nos consultaran.