martes, 24 de febrero de 2009

Es necesario luchar


He leído el comentario primero a lo que escribí ayer y me he quedado un poco preocupado. Refleja una gran realidad que atormenta a mucha gente joven, que quita ilusión para seguir trabajando y creyendo en que algo se puede mejorar. Pero en ningún momento he hablado de conformismo.
Hace un tiempo escribí “nuestros miedos dieron como fruto vuestra libertad”, y en un comentario me decían que nunca el miedo produjo ese fruto. Pues bien, mis miedos nunca me hicieron sentarme a esperar, sino vencerlos con mi trabajo y la ilusión. La vida nunca fue para mí un camino de rosas, fácil, sino que trajo consigo muchas espinas.
Me casé con 24 años y mi primer hijo nació cuando yo tenía 25. Trabajé como peón con Luis Jiménez (antes era Don Luis, pero eso se lo quité hace tiempo, ahora somos todos “don”), y os puedo decir que no éramos trabajadores, sino esclavos, siervos… Y me marché a Francia a conseguir un poco de dinero. Cuando me casé no tenía un duro, me fui a alquiler y mis muebles eran escasos… Os puedo contar muchas cosas, pero seguro que diréis que son “cosas de viejo”.
No nos podemos conformar con las situaciones de injusticia que estamos viviendo, por eso, son los jóvenes los que tienen que luchar por salir adelante, pero no de cualquier modo. Nos dijeron que teniendo muchas cosas íbamos a ser más felices, y vemos que no, que somos más esclavos, que hay quien se ha enriquecido a nuestra costa de una forma indigna.
Yo decía que lloraba de alegría al regresar de Alemania, y de tristeza cuando me marchaba de mi pueblo y dejaba sola a mi familia, y no me gustaría que nadie pasara por eso.
Los jóvenes han de luchar por lo que creen y por lo que les hacen ser mejores, esa es algo esencial del ser joven. Sin embargo, pido que no se engañen a más generaciones haciéndoles creer que por un coche mejor, por un piso más grande, por una copa más cara….se va s ser más feliz.
Soy ya mayor y seguramente no veré muchos cambios, pero me conformo con ver como la gente valora y admira lo pequeño de la vida, y así cuando lleguen los momentos grandes sabrán disfrutar al margen de políticos que enriquecen a los de siempre, porque en definitiva son ellos, el poder del dinero.

lunes, 23 de febrero de 2009

¡Qué bien se vive en Antas!

He estado de viaje en Tarragona, en la boda de un sobrino. Y echaba de menos escribir en el blog, poder comunicarme; porque como dice un comentario que leí: todos nos pertenecemos un poco cuando abrimos nuestra vida a los demás.
Quizás la foto que he puesto en este comentario la hayáis visto muchas veces al entrar en la provincia de Almería, cuando se viene por Murcia. Yo la vi al regresar de Tarragona y vinieron a mi mente otros viajes y en circunstancias muy distintas.
Antes, cuando entrábamos en la provincia, nos lo decían de otra manera más gris (bueno, todo era más gris aunque fuéramos más jóvenes), pero al ver “la mojaquera” con el cántaro, anunciando el Parador Nacional, ya estábamos en nuestra tierra. Por cierto, nunca estuve allí, era un espacio reservado para ricos, no para emigrantes.
Recuerdo las lágrimas que nos salían a todos los que veníamos en aquél autobús de Alemania. Miles de kilómetros y en unas condiciones pésimas, pero al ver Almería llorábamos de alegría, el deseo de ver a nuestras mujeres, a nuestros hijos, nuestro pueblo…
He vivido en Francia y en Alemania, he viajado por algunas ciudades y pueblos de España, y he de decir que como en Antas en ningún sitio. Si, ya se que me podéis acusar de localismo, incluso de cateto, pero lo digo bien claro: como se vive en Antas, no se vive en ningún lugar del mundo.
Cuando hablo con amigos que se quedaron en Barcelona, o mi familia que vive en Francia, siempre terminamos dando gracias por este bendito pueblo. Aquí hemos aprendido a vivir y a ser “buena gente”, y hemos de transmitir eso.
A veces me gustaría hablar de política, pero como cuando se habla de eso todo el mundo piensa en partidos, mejor no lo hago. De todos modos, me gustaría que los que gobiernan el Ayuntamiento de Antas, sean del partido que sean, miren al pueblo desde la calle, y no desde el balcón de la Plaza. Quisiera que la gente joven también estuviera orgullosa de ser y vivir en Antas, y que llorara de alegría al ver: “Provincia de Almería”. Y para eso hay que dar oportunidades a los jóvenes; que se desarrollen en un espacio de libertad, pero que conozcan su historia y se sientan comprometidos con ella, aunque haya “espacios grises”.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Hay que ser solidarios

Esta mañana estaba en la cama y oía las noticias. Estoy preocupado; no se porqué, pero a pesar de todo lo bueno que tenemos, hay algo que no me invita a ser optimista. ¡Casi cuatro millones de parados para este año!
Yo me casé en el año 1960 y me fui a vivir a una casa de alquiler. Mi boda fue muy sencilla. La celebramos en el cine que había en Las Cuerdas, y fue a base de anís, garbanzos, coñac, … lo que se llevaba en aquel tiempo. No me quejo para nada.
Fui feliz. Mi mujer y yo para salir adelante, no había problemas. La casa que alquilamos era pequeña y barata, pero para nosotros era suficiente, era nuestra casa. Nos regalaron lo típico del momento: platos, cazos, sartenes, ollas. Tampoco necesitábamos más.
Pero amigos, al poco tiempo me dieron una gran noticia: iba a ser padre. Y ahí me tenéis intentando llegar a Francia donde tenía familia para ganar un poco más de dinero. Dejé de trabajar con don Luis Giménez, y me arriesgué.
Fui un "ilegal" en Perpignan, durmiendo en el tren, huyendo de los gendarmes, pasando frío, hambre… pero ahorré para comprar una casa. Era pequeña, pero era mía; esta si es verdad que era mía.
No os podéis imaginar la solidaridad de los antusos fuera de nuestro pueblo. Todo era de todos. Cuando alguien llegaba de Antas ponía en común lo que traía, y era una fiesta. ¡Qué tocino! ¡Qué botellas de Terry!
Agradezco esta memoria, pero no quiero que nadie vuelva a pasar por esto. Espero que los gobernantes trabajen para que nadie tenga que emigrar a la fuerza, que tenga que esconderse para traer el pan de sus hijos.
Yo fui ilegal e inmigrante. Como muchos hijos de Antas.
En Francia ahorré para comprar una casa, pero nunca estuve dispuesto a que nadie comprara mi dignidad.
Yo quiero que todos los jóvenes de mi pueblo trabajen allí donde quieran y ganen lo suficiente para vivir con dignidad. Y que vayan donde vayan, encuentren la solidaridad y la acogida de los hijos de este pueblo; y que venga quien venga, encuentre la familiaridad de los hijos de Antas.
Aprendimos y ahora compartimos.

P.D.: Hola, soy J.C.L., el nieto de este “abuelo”. Yo escribo y cuelgo lo que mi abuelo me dice. Como es normal, él no sabe de acentos ni de puntuación, pero intento darle el sentido que él quiere. Espero que leáis esto con la misma admiración que yo le oigo hablar. Me gustaría hacerlo todos los días, pero es imposible. Gracias en nombre de él.

lunes, 2 de febrero de 2009

Hoy migas....


Llevamos unos días con un tiempo raro en nuestro pueblo. Llueve poco, pero es de agradecer el agua que nos cae. Como decimos entre los mayores: mejor que llueva que haga viento. El viento nos vuelve a todos un poco agresivos. Y como es tradición, cuando cae una gota del cielo, ya están las migas en la sartén.
Dicen que las migas es una comida de pobres y de pastores, y puede que sea verdad, pero qué buenas que están. Hoy es una bendición poder comerse unas migas bien hechas, con la familia alrededor de la sartén, sin platos, sin mirar quién come a tu lado o quién no.
Cuando era pequeño, esta comida era un ritual. El acompañamiento de las migas no era quizás tan lujoso como ahora, o tan caro, pero no lo necesitábamos. Habíamos oído de ciertos pescados que comían algunos, y a los que nosotros no podíamos acceder ni por asombre, pero no nos importaba. El nuestro era especial, porque era el trabajo de toda la casa.
¿Recordáis las migas de la matanza? ¡Qué buenas! Y curiosamente no teníamos colesterol, ni azúcar, ni nada de nada. Trabajábamos mucho y comíamos más.
Yo hoy he comido migas. Al menear la resera, al freír los pimientos, el pescado… todo son recuerdos. Mis padres que ya no están, mis hermanos,… No es sólo el recuerdo, es que al sentarme a la mesa parece que vuelven a estar conmigo.
Es una tradición de Antas. Se que leéis esto algunos que no vivís en Antas; no dejéis de hacer unas buenas migas cuando llueve. Seguro que el olor os trae aquí, a estas calles, a estos huertos llenos de vida. Y los que estamos aún aquí os acogeremos con alegría, os lo aseguro.