Alguien me ha sugerido que escriba de Don Juan Gómez, el maestro. La verdad es que, junto a otros maestros, se merece un homenaje. Sería bueno que no dejáramos pasar de largo la memoria de tantas personas que han hecho de su vida un servicio a Antas.
Pero me vais a permitir que no hable de él, sino de su mujer, de “Carmen la de don Juan”. Si, así se le conocía en Antas. Carmen era hija del tío José “el Chapas”, seguro que todos coincidimos en que era una gran mujer.
Madre, esposa, vecina, hermana, siempre en un segundo plano, siempre detrás, en silencio, pero con la sonrisa en el rostro. Podíamos llegar a la hora que fuera a buscar a su marido al cortijo cuando era juez de paz, allí estaba ella para atender, para tranquilizar, para animar.
Seguramente habrá generaciones de antusos que la hayan visto y no habrán hablado con ella puesto que no era mujer de palabras, pero si de hechos, de grandes hechos a favor de los demás desde el silencio.
Madre de cuatro hijos para los cuales trabajó incansablemente con el fin de que estudiaran. Su gran tesoro fueron sus hijos. Mujer de familia. Mujer de Iglesia. La cara visible de la Hermandad de la Virgen de la Cabeza era su marido, pero ella era la gran trabajadora para que todo saliera bien.
Ojala haya muchas “Carmenes” en Antas. Desde aquí mi gratitud a esta mujer, porque cuando se le necesitaba, allí en el cortijo, siempre había una sonrisa y una mujer prudente y sencilla en quien confiar.
Gracias Carmen.
Pero me vais a permitir que no hable de él, sino de su mujer, de “Carmen la de don Juan”. Si, así se le conocía en Antas. Carmen era hija del tío José “el Chapas”, seguro que todos coincidimos en que era una gran mujer.
Madre, esposa, vecina, hermana, siempre en un segundo plano, siempre detrás, en silencio, pero con la sonrisa en el rostro. Podíamos llegar a la hora que fuera a buscar a su marido al cortijo cuando era juez de paz, allí estaba ella para atender, para tranquilizar, para animar.
Seguramente habrá generaciones de antusos que la hayan visto y no habrán hablado con ella puesto que no era mujer de palabras, pero si de hechos, de grandes hechos a favor de los demás desde el silencio.
Madre de cuatro hijos para los cuales trabajó incansablemente con el fin de que estudiaran. Su gran tesoro fueron sus hijos. Mujer de familia. Mujer de Iglesia. La cara visible de la Hermandad de la Virgen de la Cabeza era su marido, pero ella era la gran trabajadora para que todo saliera bien.
Ojala haya muchas “Carmenes” en Antas. Desde aquí mi gratitud a esta mujer, porque cuando se le necesitaba, allí en el cortijo, siempre había una sonrisa y una mujer prudente y sencilla en quien confiar.
Gracias Carmen.